En nuestros días, hablar de teología parece ser un tema reservado solo para los más doctos: escritores, pastores o líderes con un alto nivel académico. Sin embargo, pocos reconocen que incluso el cristiano que no ha asistido a una universidad teológica ya está haciendo teología.
Cada vez que pensamos en Dios, cantamos, oramos o hablamos de Él, expresamos ideas que tienen un contenido teológico. Nuestras palabras, canciones y oraciones reflejan lo que creemos acerca de Dios, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello.
He escuchado a algunos pastores afirmar que no necesitan conocimientos teológicos, que los libros y el estudio no son esenciales para predicar, y que lo único necesario es la unción del Espíritu Santo. Sin embargo, aunque estas palabras puedan provenir de un cristiano sin malas intenciones, la realidad es que ignoran una verdad fundamental: todo predicador hace teología, buena o mala, pero la hace.
La intención de este artículo no es atacar a nadie, sino motivar al creyente a estudiar la teología cristiana y descubrir la riqueza que se esconde en el conocimiento de la Palabra de Dios. No hay nada de malo en querer conocer más al Señor; al contrario, es una expresión de amor hacia Él. La dulzura de la verdad bíblica está al alcance de todo cristiano que desea profundizar en su fe.
¿Qué es la teología?
El término teología proviene de dos palabras griegas: Theos (Dios) y Logos (estudio, palabra o tratado). En otras palabras, la teología es el estudio del conocimiento de Dios.
Quien se sumerge en el mar profundo del conocimiento teológico no debe hacerlo por mera curiosidad intelectual, sino con la intención de conocer más a Dios a través del estudio constante y reverente de su Palabra. La verdadera teología no llena la mente de orgullo, sino el corazón de adoración.
La teología protege contra la falsa doctrina
En la actualidad, estamos presenciando el resurgimiento de falsas doctrinas que distorsionan la verdad del Evangelio. Nuestra fe se encuentra bajo ataque constante, y por eso es vital permanecer anclados en la verdad bíblica.
El libro de Hechos 17:11 nos muestra el ejemplo de los creyentes de Berea, quienes recibieron la enseñanza con disposición, pero también la examinaron cuidadosamente para comprobar si estaba basada en las Escrituras. Ese es el espíritu de un creyente maduro y teológicamente firme.
Cuando un cristiano desconoce la teología, se convierte en presa fácil de cualquier “nuevo” viento doctrinal. Jesús mismo nos llamó a conocer al Dios verdadero mediante las Escrituras (Juan 17:3). Solo una fe cimentada en la verdad puede resistir el error.
La teología tiene un efecto transformador
Cada vez que somos expuestos a la Palabra de Dios, nuestra vida y entendimiento cambian. El salmista declaró:
“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).
Del mismo modo, el apóstol Pablo nos exhorta:
“Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2).
El estudio teológico, cuando se hace con humildad y deseo de obedecer, tiene un efecto transformador. No se trata solo de adquirir conocimiento, sino de permitir que la verdad de Dios transforme nuestro carácter, nuestras decisiones y nuestra adoración.
Conclusión
La sabiduría de Dios es infinitamente profunda, y no hay nada más hermoso para el creyente que acercarse a Él con un corazón dispuesto a conocerle. La teología cristiana no es un lujo reservado a unos pocos, sino una invitación divina para todos los hijos de Dios.
Conocerle más nos guía, nos fortalece y nos ayuda a vivir conforme a su voluntad. Esa debe ser la meta de todo cristiano: crecer en el conocimiento y en la gracia de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 3:18).
Redaccion: Madaín Figueroa

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