Vivimos tiempos difíciles donde la sana doctrina ha sido relegada en muchos púlpitos. El entretenimiento y el espectáculo han sustituido la enseñanza bíblica sólida, afectando gravemente la salud espiritual de la Iglesia. En este artículo, exploraremos por qué es urgente volver a predicar y defender la sana doctrina cristiana.
1. La sana doctrina es un mandato para los ministros de Dios
“Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.” (Tito 2:1)
Este versículo muestra que predicar la sana doctrina no es opcional. Es una orden directa de Dios. Pablo le recuerda a Tito que el crecimiento espiritual de los creyentes depende directamente de la enseñanza saludable y bíblica.
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Sana significa "saludable", es decir, que fortalece el alma.
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Doctrina (del griego didaskalía) significa instrucción o enseñanza.
Una iglesia que se nutre con la sana doctrina experimenta crecimiento, estabilidad y madurez espiritual.
2. La sana doctrina produce santidad en los creyentes
“Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente...” (Tito 2:12-13)
La sana doctrina no es solo conocimiento teórico. Es una enseñanza que transforma vidas. Al ser predicada con fidelidad, lleva a los creyentes a vivir de manera santa y piadosa, esperando con gozo la venida gloriosa de Cristo.
3. ¿Qué enseñanzas forman parte de la sana doctrina?
Muchos se preguntan: ¿Qué es realmente la sana doctrina? Para responder a esta pregunta, te invito a leer 1 Corintios 15, donde encontramos varias doctrinas fundamentales del cristianismo:
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Cristo murió por nuestros pecados (1 Cor 15:3)
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Cristo fue sepultado y resucitó al tercer día (1 Cor 15:4)
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La resurrección de los muertos (1 Cor 15:12-22)
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La segunda venida de Cristo (1 Cor 15:23)
Estas enseñanzas no solo glorifican a Dios, sino que son la base de la fe cristiana. La verdadera sana doctrina siempre exalta a Cristo y se basa en la Palabra de Dios.
4. La sana doctrina debe ser defendida
“...me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.” (Judas 1:3)
Como cristianos, no solo debemos predicar la sana doctrina, también debemos defenderla. En medio de falsas enseñanzas, la Iglesia está llamada a preservar la verdad del evangelio con pasión y fidelidad.
Conclusión
La sana doctrina no es un tema menor. Es esencial para la vida de la Iglesia y para el crecimiento de cada creyente. Como ministros y miembros del cuerpo de Cristo, debemos predicar, vivir y defender con firmeza las verdades eternas que Dios nos ha revelado en su Palabra.
Escrito por Madaín Figueroa
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